lunes, 28 de agosto de 2017

Parte 1 - Empezando a contar

Mucho estuve pensando en cómo escribir esto, y sale así.
Mucha vuelta literaria yo no le puedo dar, esa será tarea de alguien más.
A mi me tocó vivirla y la cuento porque esto ya desborda y si no se deja salir la mierda, explota.
Esto es de incumbencia colectiva, no sólo personal, eso es lo que creo.
Y no sé por qué, pero el inicio de esta historia es el funeral de mi padre. Y la imagen de verlo en el cajón.
Y ver eso que fue durante gran parte de mi vida el miedo más grande, ahora era eso ahí con su vestidido blanco con puntillas y sus labios pegados con la gotita.
No me acerque, no pude, pero tenia que verlo muerto.
¿Para qué?
No sé, pero tenia que asegurarme.
Y eso finalmente paso a ser una cajita de cenizas del tamaño de dos cartones de puchos.
En eso se convirtió, el tipo que me aterrorizo toda mi infancia y parte de mi adolescencia.
Porque al miedo, logre vencerlo antes de que se muera, cuando logre mi independencia económica y tuve mi casa.
Ahí... empecé a verlo envegecer, y de alguna manera le perdí el miedo.
Yo me fui.
Pero él seguía intentando sus controles.
Laburaba en una oficina y cada tanto se caía por ahí sin avisar.
La oficina dónde laburaba tenía una recepción con personal de seguridad dónde tenía que anunciarse quién viniera, y si no era de la empresa no podía entrar.
Yo estaba en la facultad y me tomaba días por exámen, y cuando él venía empezaba desde la seguridad el llamado para ubicarme y así todo el seguimiento de dónde estaba, para poder informarle al papá que venía a ver a la nena.
Esto implicaba que se llamaba la atención sobre mis ausencias, quienes estudian saben que muchos lugares, no son de lo más amistosos con estos derechos.
Miles de veces le dije que me iba traer problemas, y le expliqué por qué no tenía que venir sin avisar, que llamara antes... pero no había caso.
No sé qué carajos quería controlar, yo ya era una mina de treinta y pico de años que vivía sola...
Y entonces a media mañana me lllamaban que vino su padre a verla, con un tonito de y por fin la encuentra del pelotudo de seguridad, iempre complices entre milicos o casi.
Y cuando le decía por qué no me avisas, blabla bla no ves que... bla bla bla...
Te vine a traer plata.
Hasta que un dia le dije que no, no la necesito...
Creo que eso fue peor, porque insistía, y volvía, y no avisaba.
Pienso en eso y me acuerdo de su jueguito cuando yo era una criatura...
Eso era tortura.
Yo tendria no se 5 años, 6 no llegaba porque no había comenzado la escuela.
Así de repente me gritaba ¡váyase de esta casa! ¡fuera! ¡se va de acá que nadie la quiere!
y cuando me largaba a llorar de la desesperación porque no sabía qué hacer, él largababa la carcajada, se cagaba de risa y me daba plata, para consolarme.
De más está decir las eternas pesadillas de yo perdida, de yo que no sabía dónde estaba o cómo volver a mi casa y demás, todo esto siendo una criatura.
Y claro, la órden era el silencio, a nadie se le puede contar nada de lo que pasa acá adentro.
¿A quién le iba a contar?
Todo el barrio era de milicos. ¿Quién iba a decir qué a quién?
Era un barrio hecho por PNA, en esa eṕoca los sindicatos y distintas organizaciones de trabajadores hacían sus barrios y las FFAA también.
Personal subalterno de PNA la mayoría de los vecinos, pero había algunos de la Policía, alguno del ejercito, algun gendarme...
Y pienso en la obediencia debida y que todos esos delincuentes, incluido mi padre, zafaron de la justicia y cómo a todos los hijos e hijas nos dejaron en poder de nuestros captores.
Porque si en el 82 cuando se inicio el Juicio a las juntas se hubiera hecho lo mismo con todos los involucrados, yo con 26 años tendría un detalle de quién era ese que biológicamente era mi padre, y que yo no era una loca hija descarriada renegada de su familia...
No, él era un torturador, un asesino o lo que sea que haya hecho...
Y yo tenía razones de sobra para querer huir de eso.
Porque siempre lo que queda en las sombras es tan dañino como lo que sale a la luz. Para la ley en ese momento todos esos delincuentes no eran culpables de nada porque “obedecieron órdenes”.
El premio de la impunidad para quienes disfrutaron la tarea o para quienes no tuvieron el coraje de enfrentar al mostro.
Esto va saliendo así de a poco. Cada cosa que empiezo a contar detona muchas cuestiones, veo relaciones que antes no notaba y así.
No esperen sangre ni relatos cruentos de golpes y violaciones.
Este va a ser un catálogo de violencia psicológica.
Y ni siquiera empece a esbozar las especificidades de ser mujer, hija de un milico.
Cuando empezaba a escribir esto me di cuenta que la lucha contra el patriarcado la empecé cuando nací.
Porque nací mujer, cuando esperaban un hombre, cosa que eliminó practicamente las espectativas que tenía mi padre sobre mi, se desilusionó tanto mi padre con eso, que nunca me lo perdonó.
Nací mujer.
Mi función en la vida era, a lo sumo, ser maestra, si quería estudiar y obviamente tenía que casarme con un milico.
Esa la dejo para mas adelante es larga y compleja.
Al principio es dificil romper el pacto de silencio, pero ahora ya esta roto...
El tema es graduar, para que no sea ruido blanco.


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